No voy a escribir sobre la
Final Four. Voy a escribir sobre mi Final Four. Lo deportivo lo dejo a
un lado, ya sabéis que yo siento el basket como vosotros y esta cita es
uno de los momentos más emocionantes del año. Cuatro equipazos, tres
días apasionantes, el cetro continental en juego. Bestial, un privilegio
para los jugadores, técnicos, hinchas, periodistas y amantes de este
bendito deporte en general. Pero repito, en estas líneas sólo quiero
hablar de mi Final Four. Joder, esto suena casi como el famoso “Vengo a
hablar de mi libro” de Francisco Umbral.
Mi
Final Four no son cuatro partidos de baloncesto, unas horas de radio,
un viaje en avión o unas cuantas entrevistas en el hotel de los
jugadores. Mi Final Four es una mochila llena de recuerdos, de momentos
mágicos de radio, de viajes, de compañeros, de amigos, de agobios, de
reuniones, de abrazos, de discusiones, de previsiones, de triples, de
mates, de huevos, de proyectos, de milagros, de pasión. Los que me
seguís a través de este blog o de las redes sociales ya conocéis de
sobra cuál es mi opinión sobre lo que ha sucedido con los Deportes de
Onda Madrid. Ahora no es el momento de actualizar la película, ya habrá
tiempo (creedme, lo habrá) para escribir el penúltimo capítulo de la
aventura protagonizada por unos locos valientes. Porque lo que pretendo
en este humilde artículo es hacer partícipes de mi Final Four a mis
compañeros, mis amigos, nuestros patrocinadores, nuestros oyentes,
nuestra gente.
El “Proyecto Baloncesto” en
Onda Madrid ha sido una bendita locura, la bendita locura de un grupo de
“chalaos” a los que les enamora el baloncesto y la radio, una
combinación que es maravillosa, mágica, súper especial. Un hermoso
edificio de sensaciones, emociones, partidos, competiciones y viajes que
algunos irresponsables han querido enterrar. Cada minuto, cada partido,
cada momento de radio, cada reflexión autocrítica en la solitaria
habitación de un hotel londinense, cada éxito, cada fracaso, cada cesta,
cada tri tri triple, cada mate, cada show, cada “Viva la radio” lo voy a
sentir en el fondo de mi corazón junto a mis compañeros, junto a mis
amigos que me han enseñado a amar la radio y que me han ayudado a
mejorar como narrador de baloncesto.
Mi Final Four va para los cafés con Poblador pergeñando un nuevo proyecto o una nueva locura, para las llamadas de Margot a las 16 horas para saber si a su “Blasito” le iba bien en éste o aquél punto de Europa, para las horas de conversación con Rosita preparando entrevistas, programas especiales, minutos, horas de baloncesto en la radio de la Comunidad de Madrid, para las felicitaciones cariñosas de Delfa después de una emocionante transmisión, para la báscula, los “ñiki ñiki”, los “yoyós” y los “Tomac” de esa bestia radiofónica llamada Bernardo, para aquel inolvidable café en el hogar de Mr Aener, para la inversión romántica y económica del Señor Pizza Jardín, para los torreznos y las fotos de los “segovianos” en la cabina número 13 del Palacio de los Deportes, para las narraciones de radio “vieja” de Nacho Serrano desde el culo del mundo con el Fuenlabrada o el Estudiantes, para las entrevistas a pie de obra de Rosa Vara de Rey, tantas y tantas veces llevando a los oyentes ese servicio público que nadie más les ofrecía, a los interminables viajes en metro en Moscú para ahorrar dinero y poder hacer más cosas en el futuro, a la señora rusa que me dio de comer en el pabellón del Khimki después de 8 horas luchando por conseguir una línea digital, a mi “hermano“ Nacho Jouve (Real Madrid Televisión) por su apoyo incondicional, a las conversaciones por preescucha con el genio de la técnica Machuca, a las discusiones a gritos con los taxistas turcos que le querían “robar” dinero a todos los madrileños, a los interminables atascos de Atenas, al “gusanillo” incontrolable cada vez que montaba mi “chiringuito” en ese pabellón mítico con el que había soñado en mis sueños radiofónicos de adolescencia, a las prisas por bajar al vestuario visitante de cualquier pabellón europeo con Margot al teléfono controlándolo todo, al aluvión de mensajes que recibimos en aquel Partizan – Real Madrid en la Pionir en un partido que sólo dio la radio, a los gritos al unísono y locos con los triples de los equipos madrileños, a los días en Lituania en los que uno dormía 3 horas cada noche para poder llevar en cada mano los micrófonos de Onda Madrid y Telemadrid, a los inolvidables programas con público en el Pizza Jardín de la Calle Duque de Sesto, a las conversaciones con mi madre a 4000 kilómetros de distancia para recibir su cariño, a las movidas con los policías israelíes para llegar a tiempo a los controles del aeropuerto, a la infinita satisfacción que tenemos por haber cuidado con mimo, cariño, amor, dedicación y cojones el ba-lon-ces-to.
Mi Final Four va para los cafés con Poblador pergeñando un nuevo proyecto o una nueva locura, para las llamadas de Margot a las 16 horas para saber si a su “Blasito” le iba bien en éste o aquél punto de Europa, para las horas de conversación con Rosita preparando entrevistas, programas especiales, minutos, horas de baloncesto en la radio de la Comunidad de Madrid, para las felicitaciones cariñosas de Delfa después de una emocionante transmisión, para la báscula, los “ñiki ñiki”, los “yoyós” y los “Tomac” de esa bestia radiofónica llamada Bernardo, para aquel inolvidable café en el hogar de Mr Aener, para la inversión romántica y económica del Señor Pizza Jardín, para los torreznos y las fotos de los “segovianos” en la cabina número 13 del Palacio de los Deportes, para las narraciones de radio “vieja” de Nacho Serrano desde el culo del mundo con el Fuenlabrada o el Estudiantes, para las entrevistas a pie de obra de Rosa Vara de Rey, tantas y tantas veces llevando a los oyentes ese servicio público que nadie más les ofrecía, a los interminables viajes en metro en Moscú para ahorrar dinero y poder hacer más cosas en el futuro, a la señora rusa que me dio de comer en el pabellón del Khimki después de 8 horas luchando por conseguir una línea digital, a mi “hermano“ Nacho Jouve (Real Madrid Televisión) por su apoyo incondicional, a las conversaciones por preescucha con el genio de la técnica Machuca, a las discusiones a gritos con los taxistas turcos que le querían “robar” dinero a todos los madrileños, a los interminables atascos de Atenas, al “gusanillo” incontrolable cada vez que montaba mi “chiringuito” en ese pabellón mítico con el que había soñado en mis sueños radiofónicos de adolescencia, a las prisas por bajar al vestuario visitante de cualquier pabellón europeo con Margot al teléfono controlándolo todo, al aluvión de mensajes que recibimos en aquel Partizan – Real Madrid en la Pionir en un partido que sólo dio la radio, a los gritos al unísono y locos con los triples de los equipos madrileños, a los días en Lituania en los que uno dormía 3 horas cada noche para poder llevar en cada mano los micrófonos de Onda Madrid y Telemadrid, a los inolvidables programas con público en el Pizza Jardín de la Calle Duque de Sesto, a las conversaciones con mi madre a 4000 kilómetros de distancia para recibir su cariño, a las movidas con los policías israelíes para llegar a tiempo a los controles del aeropuerto, a la infinita satisfacción que tenemos por haber cuidado con mimo, cariño, amor, dedicación y cojones el ba-lon-ces-to.
Esa
será mi Final Four. Dopado anímicamente durante cada transmisión para
honrar a lo más importante que hemos tenido, tenemos y tendremos:
vosotros, los oyentes, los que habéis acogido este proyecto con pasión,
devoción y una infinita fidelidad. Necesito que vosotros, nuestros
benditos oyentes, y mis compañeros, mis amigos de
#DeportesOndaMadridForever sepan que cada instante de mi Final Four va
para ellos, para nosotros, para todos. COMO TODA LA VIDA.
Carlos Sanchez Blas , un tio enorme¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
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